RÍO DE JANEIRO (AP) — El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dice que ha dado negativo al coronavirus en dos ocasiones, pero muchos, incluido un juez federal, le exigen que comparta los resultados. Sin embargo, el mandatario se niega.
Este enfrentamiento surrealista es el más reciente en una batalla más amplia entre un presidente que a menudo ha probado los límites de su poder, y las instituciones democráticas. Preocupa que cuando Bolsonaro rebata pueda provocar una crisis constitucional.
El presidente ha minimizado la pandemia de coronavirus y ha criticado duramente las medidas impuestas por gobernadores y alcaldes para controlar la propagación del virus. En su lugar, pide que la mayoría de la gente regrese a trabajar.
Pero los tribunales lo han frenado repetidamente, en este tema y en otros: Fallaron que los gobernadores y alcaldes tienen el poder para determinar las medidas de confinamiento; revocaron el decreto del presidente que permitía reuniones religiosas y tratan de forzar la publicación de sus resultados de las pruebas de COVID-19 para poner fin a las especulaciones de que pudo haber mentido. También rechazaron a su nominado para ocupar la dirección de la policía nacional y el sábado suspendieron su decisión de expulsar a 30 diplomáticos venezolanos del país.
Los simpatizantes de Bolsonaro han denunciado que las decisiones son parte de un complot para hacer fracasar su presidencia, y él mismo dijo que es víctima de la injerencia de jueces obstruccionistas.
“Suficiente con la intromisión. ¡No vamos a permitir más intromisiones!”, dijo el mandatario el domingo. “Se ha agotado la paciencia. Vamos a llevar a Brasil hacia adelante”.
Los analistas señalaron que las decisiones judiciales imponen restricciones a un populista que está probando los límites democráticos y ha mostrado que no tiene miedo de llevar sus disputas legales a las calles cuando no está feliz con los tribunales.
Bolsonaro y sus votantes han criticado frecuentemente a las cortes cuando éstas acotan su poder. Recientemente condenaron la decisión de un juez de bloquear la nominación de un nuevo director de la policía federal, quien es considerado por muchos como demasiado cercano a la familia Bolsonaro.
Incluso algunos críticos, como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, creen que Supremo Tribunal Federal de Brasil se extralimitó en esa instancia.
El máximo tribunal también aprobó la apertura de una investigación en torno a si la designación constituía una injerencia política ilegal.
La disputa sobre sus resultados de las pruebas de coronavirus ha provocado un capítulo particularmente inusual. Las inquietudes sobre la salud de Bolsonaro comenzaron en marzo, cuando el presidente regresó de un viaje a Estados Unidos y los medios locales reportaron en las siguientes semanas que más de una decena de miembros de su delegación habían dado positivo al COVID-19, la enfermedad provocada por el virus.
Los primeros reportes no confirmados señalaron que Bolsonaro había dado positivo, pero luego anunció en sus redes sociales que sus resultados fueron negativos. Se ha negado a entregar el documento real, alegando privacidad médica.
La semana pasada, un juez federal de Sao Paulo ordenó al presidente que presentase los resultados en respuesta a una solicitud del diario O Estado de S. Paulo. En su lugar, el procurador general de Bolsonaro envió un resumen de los resultados. El juez volvió a insistir en los resultados reales y el sábado, otro juez dio a Bolsonaro cinco días para proporcionarlos.
Bolsonaro también ha enredado la situación recientemente. Luego de las demandas, la semana pasada apuntó que “quizás” había contraído el virus sin saberlo.
Todo este tiempo, Bolsonaro ha seguido apareciendo en público sin mascarilla, dirigiéndose a multitudes y estrechando las manos de simpatizantes, en una ocasión tras limpiarse la nariz.
Aunque un resultado positivo podría no afectar el apoyo entre sus simpatizantes más recalcitrantes, quizá erosione el de un sector moderado, una porción de población que no son seguidores leales pero que creen que sus políticas son razonables, dijo Lucas de Aragão, socio de la firma de consultoría Arko Advice.
“Todo esto crea un ambiente de crisis institucional”, apuntó Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Sao Paulo. “Las crisis constitucionales son complicadas porque cuando las instituciones ya no resuelven las polémicas y conflictos, ¿quién lo hace? ¿El uso de la fuerza?”.
Mientras la crisis política y económica derivada de la pandemia se agrave en Brasil, Bolsonaro podría intentar desacreditar aún más a las instituciones democráticas, buscando alguien a quien culpar para capear la tormenta, según los analistas.
“Es por esto que está atacando a los gobernadores y a la judicatura”, señaló de Aragão. “El gobierno de Bolsonaro y sus defensores más influyentes están siempre buscando un enemigo común porque esto crea una sensación de comunidad entre sus seguidores”.
Algo de esto empieza a verse ya: Durante el fin de semana, la base de partidarios del dirigente hicieron que la etiqueta #GolpeDeEstadoDelSupremoTribunal fuese tendencia en Twitter en Brasil; mientras, en la capital, Brasilia, el sábado manifestantes corearon lemas como: “Cuidado jueces, sus túnicas se convertirán en esposas”.
“Queremos que nuestro presidente pueda gobernar”, manifestó Bia Kicis, una legisladora que apareció junto a Bolsonaro el domingo, en una transmisión en vivo en la página de Facebook del mandatario. “¡Nuestra gente no va a permitir que los jueces (del Supremo Tribunal), a golpe de bolígrafo, impidan que nuestro presidente gobierne!”.
Los expertos dijeron que Bolsonaro está jugando a un juego peligroso al trasladar sus batallas legales a las calles. “¿Por qué no recurre? ¿Por qué salir a las calles?”, se preguntó Melo. “Esto es populismo. No comprende el proceso constitucional de apelaciones en el país”.
FUENTE: INFOBAE